El Hecho
Era la décimo quinta vez que surgía aquella
prominente función en la decadente curva cerrada. En esa bitácora la Verdad se
hallaba acorralada, por tanto, se desvanecía en un rincón desconocido. La
Verdad se ocultaba de la visión inquisitiva del etéreo, en tanto más se
acercaba al horizonte. Decidió que volvería en tanto comprendiera cómo
funcionaba la función. La curva cerrada estaba plegada de modo que formaba
típicas formas, algo así como ondulaciones de un resorte. Las distancias que
abarcaba la curva, y las dimensiones que atravesaba, resultaban del todo
incómodas cuando se trataba de analizar la raíz.
De no hallar esa singularidad, tendría que
volver a empezar, rastreando la Verdad a los confines del tiempo. Recomenzar
resultaría en un trámite más allá de todo lo que había conocido hasta entonces;
ya llevaba varios millones de años buscando el rastro. No podía seguir gastando
su tiempo de vida cada vez más escaso.
Masai y Rionen se encontraban intercambiando
datos a través de un campo mental. El hecho fortuito, le dotó de una
incomprensible gratitud.
El primero pensaba en Rionen, y que la prosa
de su comunicación era bastante carente. Este había cometido el error de no responder
a la intención. De algún lugar había
surgido, los etéreos aparecían y se desvanecían con la celeridad con que las
partículas se generaban y disociaban; pero, el no responder, era ocultar
información relevante sobre su origen. Conociendo la intención de un etéreo, se
podía deducir cuál era su ahínco.
Rionen era mucho más perceptivo que Masai,
pero este último, era impaciente, y predominaba la provocación en su prosa. Aun
así, dejó que continuara. Sería impropio de un etéreo presentar argumento.
La base del asunto, le dejaba en un atajo a la
Verdad que no mostraba nada similar a una entrada. Masai aún se encontraba
palpando la superficie consciente de Rionen, mientras este otro, meditaba
acerca de su enigmática Verdad.
Lo siguiente que hizo, fue remover la
inseguridad de su intención, para así maximizar su ahínco (sacrificando el
resto de su vida), y construyó el cambio de esencia desde la quintaesencia, al
siguiente nivel, el alma. Al hacerlo sintió de inmediato el ajuste, su
percepción aumentó de golpe y podía manipular la intención de los demás. Aunque
percibía el final de su camino acercarse a pasos agigantados.
Masai se sobresaltó, pues la incógnita de
Rionen, había crecido en una forma sin precedentes, cosa que era impensable. Al
fin y al cabo, entre más tiempo se comunicasen dos etéreos, más debería
reducirse su incógnita. Y el asunto era mutuo.
Rionen no se detuvo ahí, pues se deshizo también
de la provocación y la impaciencia, dejando su intención envuelta en una suave
y paciente cubierta. Más aún, se volvió comprensivo y tolerante en su prosa. A
pesar de poseer la capacidad de manipular la intención ajena, no lo hizo.
En ese momento volvieron juntos a la curva
cerrada en algún lugar de lo inconcebible. Miraron fijo hacia la Verdad en la
curva que decaía hacia el horizonte. Todo estaba oscuro y había una terrible
presión, jamás habían visto algo similar, y de tales proporciones… Se quedaron
un momento para admirar las aristas que se extendían en pisos cada vez más
bajos y ocultos de realidad, pero tarde o temprano deberían entrar al suceso.
El hecho se estaba concretando, pero el etéreo debía presentarse ante su propia
Verdad.
De alguna manera, Masai, curioso, le hizo
entender que debía acceder al entorno oculto, mientras observaba atento a lo
que sucedería con el etéreo al interiorizarse con su destino.
La función estaba a su merced. Pero, al entrar
en el suceso, toda la matriz estuvo a su merced.
Notó que había un sector oscuro, una zona
inaccesible en su viaje unidimensional. No lo tomó en cuenta lo suficiente pues
todo pasó muy rápido, pero sintió que había una sombra rodeando su intención.
Casi en un intento de infecciosa intromisión, la sombra se posó sobre su
ahínco, y por poco lo descarrila. De haberlo hecho, se habría perdido y las
partículas que lo componían, se habrían disociado. La sombra se escabulló de
nuevo, como si la Verdad cercana la espantara de sobremanera.
Rionen vio una serie de puntos que parecían
luces; distorsión; curvas, y reflejos locales. Diferentes estados de la materia
se manifestaron apareciendo y desapareciendo en brillos por doquier como
chispas. Su cuerpo, que no era más que un humo leve y precisamente entretejido,
se condensó, y por primera vez en su existencia, fue sólido.
Para cuando sintió el delicado tacto de eso, se encontraba en un espacio sin
tiempo. Lo sabía, pues su vida se alargaba más allá de la edad del Cosmos. ¿Qué
podría significar aquello? Después de todo, ¿lo que había sacrificado le había
sido devuelto sin condiciones?
Se detuvo en el análisis y estuvo libre de
albedrío un minuto (si es que aún existía algún concepto temporal). Se dedicó
de lleno en eso, a indagar sobre el espacio que le rodeaba, dándose cuenta que
no existía nada más que aquellas dos criaturas, sumado a Rionen. Luego, la
intención de eso, le rodeó de nuevo para dominarlo, estaba acompañada de un ser de
carne y de hueso. Sobre todo, se contuvo a reaccionar de forma violenta en su
actuar ante la intromisión mental, pues ya no era necesario. Se suponía que
allí estaba la Verdad. Pero Rionen interpretó el mensaje de inmediato: no había
tal verdad individual, sino una sola Verdad Universal que, pronto llamó… El
Hecho.
Rionen, por supuesto, quería recabar en esos
valiosos datos, pero el otro era mucho más viejo, probablemente billones de
años teniendo en cuenta la magnitud de su intención. No podía hacer el menor
movimiento sin su plena autorización, pese a que previamente había sacrificado
millones de años de vida para tener una intención superior. Era fácil
detectarlo, pues al dirigir su cognición se presentaba un argumento
tremendamente quieto, no es que no hiciera nada en absoluto, sino que se sentía
acorralado por esa inmensa superioridad verdadera. Era como si, al moverse,
supiera con toda certeza, que sería fulminado.
A diferencia de eso, lo que descansaba a su lado era insignificante; un ser
pensante, pero una especie exageradamente joven con partes internas blandas. Se
preguntó por qué tal superioridad estaría dispuesta a reducir tanto su
cognición para entablar comunicación superflua con un ser de carne y de hueso.
Pero pensar en ello, a pesar de la simplicidad del asunto, era algo que estaba
fuera de su entendimiento. No había nada que pudiera hacer para entender del
todo la situación.
Pensó entonces que su capacidad era limitada,
incluso a ese nivel. De alguna forma sintió lo que el ser de carne y de hueso
describiría como paz, y poco a poco se desintegró dejando su esencia libre en
el lugar donde se hallaba la Verdad.
Antes de desaparecer intentó recordar cuándo
había surgido en existencia. Pero no logró recordar nada, lo cual implicaba que
era eterno, y que jamás moriría. La Verdad Universal, no le sería revelada en
esa vida. Se sintió un poco cansado... había pasado mucho tiempo, y aún quedaba
toda una eternidad.
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