
Se agita un sonido a mi derecha, el camino se forma trascendental, caminan perpetuas las ideas de una mente brillante, una percepción diferente, un algoritmo distante.
¿Qué esconden las cosas?
Sí, yo vine y planté la vida, fue un acto hermoso al tacto de semillas divinas. Una suave fue depositada; la otra fuerte, intacta la maravilla comprimida.
¿Qué son las personas, sino un invento macabro y poderoso? Incluso del otro lado se fundió clandestina, creció de arriba.
El paraíso se extendía de lado a lado del horizonte visible, el río pasaba descalzo caminando en la tierra hendida y pulida, se despojó de las prendas y dejó de estar varado en una orilla incompleta. Por otra parte me asombro, por otra parte de mi mente los reflejos de ese ente me hacen ver visiones, veo los trescientos amaneceres completos, enteros me consumen, veo un ímpetu que no vi nunca en la vida, vi una sensación forjada en el yunque del vientre madre.
Lo vi señores, lo vi, vi el paraíso, vi el ahínco con que los mapuche defendían la luz y el espejo simétrico del agua cristalina que rezuma de la boca de Dios.
¿Qué valor tiene el paraíso?
De ahí nace la rugiente encrucijada, respuesta al acto invasivo. De ahí nace el tacto ardiente, la rabia, pero el respeto, pero no bestia, y no burdamente, no sin un motivo escondido entre palabras, el secreto en la biblia verde, del diccionario azul, del infinito cielo, el lenguaje conjugado.
El paraíso de un mundo apartado y bello, arraigado en su pureza en su estructura implacable, inamovible... no tiene precio.
De pronto se nubla. La guerra se avecina, se contrastan representaciones mágicas, los cúmulos dotados de agua se acercan imponentes en una de las concentraciones más grandes jamás vistas en el cielo de la comarca... un estruendo hace flaquear a las diminutas personas sobre la base esponjosa e irregular. La marca acuosa arriba extiende sus manos al borde y otra logra coincidir en rumbo con una de sus frágiles manos. La gota se agiganta en el lazo, pero pesa mucho y las dos gotas están en la orilla. Los indios abajo observan lo que pasa con curiosidad, creen que lo lograrán. La gota se aferra con toda su alma, pero no, el brazo se le desprende a la criatura azulada, y la otra al escapársele su amigo, salta desesperada en un acto de amor puro. Suspendidas todo es peor, el viento juega en su contra, hay otras nubes abajo, pero desembocan en una zona aislada sin piso en el que asentarse. El pequeño ser azul maniobra en la inmensidad de la nada en caída libre y logra tomar su mano justo a centímetros del suelo.
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